El Muro. Olas de Otoño. V
Al mediodía el agua se encontraba repleta de surfers. Sobre la barandilla que corona el Muro, asomó Fran; un colega de olas con un estilo particular. Su cara lo expresaba todo. Ondas llegando en serie, gente navegando a todo trapo, de forma atropellada en algunas ocasiones. Aún así merecía la pena pues imponía el mar, por su pasión brindada, respeto y buen ambiente. Varias olas rozaron con sus crestas la parte alta del Muro. Otra encrespada onda llegó y Fran aprovechó su tamaño para saltar al mar sobre el bodyboard. Al contacto con aquella, apareció un rizo que favoreció su pirueta: un rollo con caída limpia. Descendió por la pared azulada describiendo un trayecto curvo que lo retorno de nuevo a la cima. Mantuvo su posición unos metros, hasta ser empujado por el oleaje hacia la orilla. La adrenalina incrementó la actividad y otros surfers comenzaron a hacer maniobras sobre las olas. Una nueva serie llegaba, esta vez la dirección de la marea empujaba hacia el Muro. Todo el mundo comenzó a remar para salvar el golpe. Avancé con fuerza hacia la nueva oleada. La altura superaba los dos metros. Introduje la tabla, con el cuerpo pegado a esta para ser engullido. Al otro lado, la fuerza del mar dispersaba gotas de agua en el aire. Proseguía el mar su viaje y otros surfers salían de su parte posterior. Al final, un ruido ensordecedor acompañó al impacto contra las rocas. EL agua fue despedida algunos metros por encima del paseo. Un instante congelado que recordó el respeto que debe acompañar a cada sesión.
The Wall. Autumn waves. V
At midday, the water was replete of surfers. On the rail that crowns the Wall, Fran peeped; a colleague of waves with a particular style. His face was expressing everything. Waves coming in series, people sailing at full speed, riotous way in some occasions. Nonetheless it was worth it as was imposing the sea, for the passion that was brought, respect and good environment. Several waves rubbed with their combs the high part of the Wall. Another curled wave came and Fran took advantage of its size to jump to the sea on the bodyboard. To the contact with that one, there appeared a curl that favored his pirouette: a roll with clean fall. He descended for the bluish wall describing a curved journey that returned he again to the top. His position was supported a few meters, up to being pushed by the surge towards the shore. The adrenaline increased the activity and other surfers began to do maneuvers on the waves. A new series was coming, this time the direction of the tide was pushing towards the Wall. Everybody began to row to save the blow. I advanced strongly towards the new big wave. The height was overcoming two meters. I introduced the board, with the body stuck to this one to be devoured. In another side, the force of the sea was dispersing water drops in the air. The sea was continuing its trip and other surfers were going out of its back part. Ultimately, a deafening noise accompanied the impact against the rocks. The water was dismissed some meters over the walk. A frozen instant that remembered the respect that it must accompany on every session.