Carretera de la costa
El verano ya había traspasado su mitad y el mes de septiembre se acercaba en el calendario. Los anticiclones de la estación estival, ayudados por la estacionalidad del clima veraniego, redujeron la presencia de olas; afectando esto a su tamaño. Desde Junio, las semanas de buenas condiciones se alternaron con otras de menos calidad.
Sentados en una terraza, al atardecer, charlábamos sobre temas variopintos. El mes de Agosto terminaría en una semana con la llegada de una borrasca. Historias y planes se cruzaban en las conversaciones. En el horizonte temporal, la vista fijaba su atención hacia Septiembre. En aquella tarde relajada, acompañada por el ocaso del día, las distracciones abundaban en la reunión. El mar sonaba de fondo, proporcionando un mantra natural y anhelante. Aquellos estímulos parieron la idea de recorrer parte de la costa cántabra en busca de olas, cuando vendrían las mejores condiciones.
Transcurrieron los días ensimismados en su cotidianidad. Consultando las predicciones y mirando al cielo, llegó el mal tiempo. Durante cuatro días estuvo lloviendo, por las noches amainaba. Al principio, el agua apenas registraba su paso por la carretera. Al final, la lluvia refrescó los campos, dotando a estos de un fugaz verdor. El olor a humedad e hierba fresca estaba presente en el paisaje; como un elemento consustancial. Las noticias internacionales hablaban del temporal que estaba sufriendo el sur de Gran Bretaña. En la televisión, las imágenes de grandes olas y el paso de la gran borrasca inundaba los informativos. El otoño anticipaba su llegada y los meteorólogos hacían hincapié en los beneficios del agua recibida, aclarando que la peor parte se estaba dando en alta mar. Llamé a un colega para ir pensando en el recorrido. Preparando cada uno su material, acordamos vernos el próximo fin de semana; al comienzo de las mejores condiciones.
Coast Highway
The summer had already happened its middle and September was approaching in the calendar. The anticyclones of the summer station, helped by the seasonal variation of the summer climate, had reduced the presence of waves; affecting this to its size. Since June, the weeks of good conditions had been alternated with others of fewer quality.
Sat in a terrace, at the end of the afternoon, we talked on various topics. August would end in one week with the arrival of a low pressure. Histories and plans were mixed in the conversations. In the temporary horizon, the sight was fixing its attention around September. In that relaxed evening, accompanied by the sunset of the day, the distractions were abounding in the meeting. The sea was sounding in the background, providing a natural and yearning mantra. Those stimuli gave birth to the idea of crossing part of the Cantabrian coast in search of waves, when the best conditions would come.
The days passed centered in its commonness. Seeking the predictions and looking at the sky, the bad weather came. For four days it was raining, the conditions was subsiding in the nights. Initially, the water scarcely was registering its step along the road. Ultimately, the water refreshed the fields, providing them with a fleeting greenery. The smell of dampness and fresh grass was present in the landscape; as a consubstantial element. The international news was speaking about the temporary that was suffering the south of Great Britain. In the television, the images of big waves and the step of the great tempest was flooding the newscast. The autumn was warning of its future arrival and the meteorologists were emphasizing in the benefits of the received water, clarifying that the worst part was given in the Sea. I called a colleague; to think about the tour. Preparing each one his material, we were agree to meet the next weekend; at the beginning of the best conditions.